jueves, 16 de mayo de 2013

ACTIVIDAD 20 "UN RELATO ENTRE DOS"


MADRE


Estaba una madre sentada junto a la cuna de su hijito, muy afligida y angustiada, pues temía que el pequeño se muriera. Éste, en efecto, estaba pálido como la cera, tenía los ojitos medio cerrados y respiraba casi imperceptiblemente, de vez en cuando con una aspiración profunda, como un suspiro. La tristeza de la madre aumentaba por momentos al contemplar a la tierna criatura.

Llamaron a la puerta y entró un hombre viejo y pobre, envuelto en un holgado cobertor, que parecía una manta de caballo; son mantas que calientan, pero él estaba helado. Se estaba en lo más crudo del invierno; en la calle todo aparecía cubierto de hielo y nieve, y soplaba un viento cortante.

Como el viejo tiritaba de frío y el niño se había quedado dormido, la madre se levantó y puso a calentar cerveza en un bote, sobre la estufa, para reanimar al anciano. Éste se había sentado junto a la cuna, y mecía al niño. La madre volvió a su lado y se estuvo contemplando al pequeño, que respiraba fatigosamente y levantaba la manita.

- ¿Crees que vivirá? -preguntó la madre-. ¡El buen Dios no querrá quitármelo!
El viejo, que era la Muerte en persona, hizo un gesto extraño con la cabeza; lo mismo podía ser afirmativo que negativo. La mujer bajó los ojos, y las lágrimas rodaron por sus mejillas. Tenía la cabeza pesada, llevaba tres noches sin dormir y se quedó un momento como aletargada; pero volvió en seguida en sí, temblando de frío.

- ¿Qué es esto? -gritó, mirando en todas direcciones. El viejo se había marchado, y la cuna estaba vacía. ¡Se había llevado al niño! El reloj del rincón dejó oír un ruido sordo, la gran pesa de plomo cayó rechinando hasta el suelo, ¡paf!, y las agujas se detuvieron.
La desolada madre salió corriendo a la calle, en busca del hijo. En medio de la nieve había una mujer, vestida con un largo ropaje negro, que le dijo:
- La Muerte estuvo en tu casa; lo sé, pues la vi escapar con tu hijito. Volaba como el viento. ¡Jamás devuelve lo que se lleva!
La madre de aquel niño desolada se puso a llorar y lamentarse por haber permitido que aquel anciano entrara a su casa, así se paso horas y horas derramando muchísimas lagrimas, la mujer disfrutaba al ver este acto porque en ella había una gran maldad que no la dejaba sentir algo por alguien, era un tanto egoísta pues no le importaba lo que los demás sintieran, solo le importaba que ella fuera feliz y solo lo era haciendo maldades a diario.
Mientras la mujer disfrutaba del dolor de la madre del niño, el anciano al que llamaban muerte, en realidad era todo lo contrario era Dios y se había llevado a aquel angelito por que se le partía el alma al verlo sufrir tanto y su cuerpecito aun era muy débil, el no soportaba esto, así que decidió bajar a la Tierra para salvarle la vida al pequeño, pero cuando llego a la casa de la Antonieta, la madre del niño, se dio cuenta que la enfermedad de Luisito empeoraba a cada segundo, así que no le quedo más remedio que llevárselo al cielo por un tiempo.
Estando en el cielo, Dios pidió a sus ayudantes que lo apoyaran en la recuperación de la salud de Luisito, los demás al ver la desesperación, nostalgia y preocupación de su amo (Dios) comenzaron a trabajar de inmediato, pero nadie encontraba evidencia alguna sobre la enfermedad que carcomía el cuerpecito del niño tan rápidamente, tan extraño era que ni un milagro lo podía salvar. De pronto uno de los Dioses se dio cuenta de que Luisito era un niño poco muy especial, pues tenía dos corazoncitos y uno de ellos era el que había provocado su enfermedad, pues tenia cáncer, pero tenían miedo de quitárselo, pues nadie sabía que sucedería, cuando el viejito se entero de esto corrió a ver al niño y dijo que la única solución a esta enfermedad era quitándole el corazón malo al pequeño, así lo hicieron los ayudantes de Dios, al terminar la operación, el niño no habría los ojos, todos en el cielo se asustaron, pero después de un rato se dieron cuenta de que el niño ya no se veía como antes, esto quería decir que todo había salido bien.
A lo lejos se escuchaban los lamentos de la madre que realmente estaba sufriendo, así que después de que dejaron a Luisito que descansara un poco, Dios decidió regresarlo a su madre, así que bajo a la Tierra, mientras Antonieta lloraba y lloraba entro a su casa silenciosamente y dejo al niño en la cuna, de repente la madre sintió una brisa fresca que pasaba por su cuerpo, así que volteo y vio una gran luz resplandeciente que se alejaba cada vez mas y mas, de repente volteo a la cuna del niño y al verlo una inmensa alegría se noto en su rostro y sus lagrimas volvieron a escurrir por sus mejillas, pero ahora la madre lloraba de felicidad por tener a su pequeño en brazos, Antonieta agradeció a aquel anciano que no reconoció y que tanto había maldecido por haberle quitado a su hijo.



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